domingo, 28 de noviembre de 2010

Adviento | Obispo de Jaén



Carta Pastoral del Sr. Obispo de Jaén
VIVIR CON ESPERANZA CRISTIANA
"para Adviento"

Queridos fieles diocesanos:

Cada vez que la comunidad cristiana se prepara para recordar y celebrar “el Nacimiento de Jesús en Belén de Judá, en tiempos del Rey Herodes” (Mt 2, 1), siente una sensación de alegría y de esperanza para recibirle, desde la intimidad, y celebrar con los demás tan decisivo acontecimiento.

1. Año tras año celebramos este hecho histórico, el nacimiento del Hijo de Dios, nacido de la Virgen María, en la plenitud de los tiempos. Pero le hacemos también presente y nos arrodillamos ante su presencia eucarística, “nueva gruta de Belén”, y cantamos ante su imagen, miramos sus ojos de Niño Dios... Renovamos nuestra vida para construir un mundo distinto desde su presencia liberadora en el amor. El Adviento eleva asimismo nuestra mirada hacia la meta final de nuestra corta historia y a nuestro encuentro definitivo con el Señor. Vendrá Jesús al final de esta historia. Él nos ha preparado una morada feliz y para siempre.

2. Pensemos durante este tiempo litúrgico del Adviento que el Señor desea hospedarse en nuestras casas y que llama a la puerta de nuestros corazones. Quiere seguir naciendo en la historia humana a través de nuestras vidas. Busca una mirada en los pobres y sencillos que le hacen sitio en su posada.

El Espíritu Santo que formó a Jesús hombre perfecto, en el seno de la Virgen, continúa llevando a cabo en nosotros, si permanecemos despiertos y dóciles a sus inspiraciones, el admirable proyecto de Dios que transforma nuestra pobre existencia. En cada uno de los que le reciben y acuden al portal se realiza, diríamos, se renueva toda la obra de la creación y de la redención. Eso sí es Navidad.

3. La Purísima Concepción, figura primera del Adviento, será nuestra ayuda y norte para conseguir estos propósitos.

María Santísima esperaba con gran ilusión, junto con todo el Pueblo de Israel, la venida del Mesías, del Salvador, pero no podía ni imaginar cómo se realizaría su venida. Por eso “se turbó” cuando supo por el Arcángel San Gabriel que el Señor quería encarnarse precisamente en ella. La había preparado desde su concepción. María Virgen, con un gran acto de fe y de obediencia, dijo “sí”. “He aquí la esclava del Señor”, y se convirtió en “morada y templo” del Hijo de Dios, en “puerta” para que el Señor entrara en la tierra y se hiciera hombre.

Que la intercesión de esta Purísima Madre nos ayude para recibir a su Hijo en la próxima Navidad, caminar de su mano durante esta preparación del Adviento y siempre, desde la fe y esperanza que se traducen en amor cristiano, ser “puerta” también de su venida para otros hermanos nuestros.

Os saluda y bendice.

+ RAMÓN DEL HOYO LÓPEZ
OBISPO DE JAÉN

jueves, 25 de noviembre de 2010

Benedicto XVI

..
Oración por la vida naciente en unión con Benedicto XVI
..
En una decisión que resulta histórica, el Papa ha convocado para el 27 de noviembre a todos los católicos del mundo a una Vigilia de oración en defensa de la vida que se encuentra por nacer. Ese mismo día el Santo Padre celebrará en la Basílica de San Pedro una solemne “Vigilia por la vida naciente” coincidiendo con las Primeras Vísperas del primer Domingo de Adviento en el marco de la cercana solemnidad de la Natividad de Nuestro Señor Jesucristo. La Vigilia comprenderá, además de las Vísperas, también la adoración eucarística, para agradecer al Señor que, “con el don total de sí mismo, ha dado sentido y valor a toda vida humana y para invocar su protección sobre cada ser humano llamado a la existencia”.

En el mensaje de convocatoria se señala que: “Todos nosotros somos concientes de los peligros que amenazan hoy la vida humana a causa de la cultura relativista y utilitarista que ofusca la percepción de la dignidad propia de cada persona humana, cualquiera que sea el estadio de su desarrollo. Estarnos llamados más que nunca a ser 'el pueblo de la vida' (Juan Pablo II, Encíclica Evangelium vitae, n. 79) con la oración y el compromiso".

El Santo Padre ha pedido que en las Iglesias particulares los Obispos presidan celebraciones análogas e involucren a las parroquias, a las comunidades religiosas, a las asociaciones y a los movimientos a sumarse a esta vigilia universal en defensa de la vida naciente.

martes, 23 de noviembre de 2010

Diócesis de Tucci | Obispo de Tucci

...
Mons. Stanislaw Kedziora
- Obispo de Tucci -
...
Actualmente ostenta el título de: Obispo titular de Tucci *
...
Y, es: Obispo auxiliar de Varsovia-Praga
.
Biografía:
+ 6-diciembre-1934, nació en Seligów [Polonia]
+ 3- agosto-1958, fue ordenado sacerdote de Varsovia [Polonia]
+ 11- marzo-1987, fue nombrado Obispo auxiliar de Varsovia [Polonia]
+ 11- marzo-1987, fue nombrado Obispo titular de Tucci
+ 25- marzo-1987, fue ordenado Obispo titular de Tucci
+ 25- marzo-1992, fue nombrado Obispo auxiliar de Varsovia-Praga [Polonia]
...
* Los obispos titulares, llamados obispos In partibus Infidelium, son aquellos que no tienen responsabilidad territorial y se los designa para ayudar a algún obispo ordinario. Estos son los obispos auxiliares y los obispos coadjutores. Para proceder a su consagración se los crea "titulares" de una antigua diócesis, que esté hoy desaparecida. También se consagran obispos titulares a quienes forman la jerarquía de la Curia romana y de la diplomacia vaticana, sin responsabilidades en la cura de almas.

domingo, 21 de noviembre de 2010

Diócesis de Tucci | Diócesis de Jaén

..
HISTORIA DE LA DIÓCESIS DE JAÉN

La Diócesis de Jaén en la actualidad coincide territorialmente con la Provincia civil del mismo nombre. En 1954 pasa a la Diócesis de Jaén el arciprestazgo de Cazorla, perteneciente hasta esa fecha al Arzobispado de Toledo. A partir de esa fecha, coinciden los límites territoriales de la Diócesis de Jaén con los de la Provincia civil del mismo nombre.

La extensión superficial de la Diócesis de Jaén es de 13.497'5 Km2 y tiene un total de 96 municipios y 632.205 habitantes de derecho (al 31-III-1.991). Limita al Norte con la Diócesis de Ciudad de Real; al Este con las de Albacete y Guadix-Baza; al Sur, con la Archidiócesis de Granada; y al Oeste, con la Diócesis de Córdoba. Al Norte de la Provincia está el Sistema Bético o Sierra Morena, llamada así por el color oscuro de sus montañas. Dentro de Sierra Morena está el desfiladero de Despeñaperros que sirve de comunicación de Castilla con Andalucía. En la parte Oriental de la Diócesis está la comarca del Condado o Loma de Chiclana y en el centro de la provincia está la Loma de Úbeda que ya es un ramal del Sistema Ibérico. Al Suroeste está la Sierra de Cazorla, que es un extremo de la Cordillera Ibérica. Continuando hacia el Norte de la Sierra de Cazorla se encuentra la Sierra de Segura, desigual y quebrada con grandes árboles y bellísimos paisajes. Su altura máxima es de 1.967 m. Al Sur de la Provincia están las Sierras de Cabra del Santo Cristo y Sierra Mágina. En esta última está el punto más alto de la Provincia con 2.167 m., y que une con la Pandera y Jabalcuz, ya en las inmediaciones de Jaén-Capital. De este modo puede verse que la provincia entera está vertebrada por sierras excepto un pequeño espacio en los confines con Córdoba. El principal río de la provincia es el Guadalquivir que nace dentro de los límites provinciales y atraviesa 1a provincia de Este a Oeste. También el Río Segura tiene su nacimiento dentro de los límites provinciales, en la Sierra de Pontones, dando límite a Jaén con Albacete.

Catedral de Jaén

La Catedral de Jaén se levantó sobre la mezquita principal, ya en tiempos de Fernando III, y se dedicó a la Asunción de la Virgen María.

Siendo Obispo D. Nicolás de Viedma, se derribó la mezquita y se hizo en el mismo lugar un nuevo templo que perduró alrededor de un siglo, pues el Obispo D. Luis Osorio y, posteriormente, D. Alonso Suárez acometen su demolición y la nueva construcción, que fue proyectada en estilo gótico.

Sin embargo, siendo Obispo el Cardenal Esteban Gabriel Merino, natural de Santisteban del Puerto, coetáneo de los mejores artistas italianos del "Quinientos", se acometió la definitiva construcción de la actual catedral, dirigida principalmente por Andrés de Vandelvira, en el más puro estilo renacentista. Es una obra realizada con el fin de hacer un "santuario al Santo Rostro".

Historia diocesana

La historia diocesana se remonta a los primeros años del cristianismo ya que en tierras de la actual Diócesis de Jaén aparecen Iglesias fundadas en los comienzos de la fe cristiana de España.

Los siete varones, de los que uno de ellos es San Eufrasio que crea la sede de Iliturgi (Andújar), crean distintas diócesis en la Provincia Bética en la época romana. Estos siete varones fueron enviados por Pedro y Pablo a España, según cuentan las "Actas", documentos del s. VIII que, aunque legendarios, indican un fondo histórico que pone de relieve la antigüedad de la predicación del Evangelio en esta tierra.

La Diócesis de Jaén como tal se establece el año 1249 al trasladarse la sede desde Baeza a Jaén, ya que la ubicación de Jaén favorecía la conquista de otros territorios. Tanto Baeza, que fue restaurada como Diócesis (1228), como Jaén, fueron conquistadas por Fernando III. Aunque en aquellos momentos la demarcación de la Diócesis se reducía al territorio conquistado, ya tenía tres Arcedianatos: en Jaén, con los arciprestazgos de Jaén y Arjona; en Baeza, con los de Baeza y Andújar; y en Úbeda, con los de Úbeda, Iznatoraf y Santisteban del Puerto. (J. Rodríguez Molina. El Obispado de Baeza-Jaén. Siglos XIII-XVI. Jaén 1986).

En lo que ahora es territorio de la Diócesis de Jaén hubo diversas sedes episcopales en la antigüedad.

a) En la época romano-visigoda, la Iglesia en España sigue la división político-administrativa de Diocleciano que parcelaba la Hispania en seis provincias. El territorio actual de Jaén estaba repartido entre la Bética y la Cartaginense.

A la Bética pertenecían las diócesis de Iliturgi (Andújar) del s. II; Tucci (Martos), de comienzos del s. IV; Cárcere (Cárchel); y en la Cartaginense radicaban las de Mentesa (La Guardia) y Cástulo (Linares); ambas de comienzos del s. IV.

De todas ellas asisten Obispos y Presbíteros al Concilio de Elvira (305-306) (J.F. Rivera "Los Concilios de Toledo" en Fliche-Marti, Historia de la Iglesia, V, 709 ss.).

En época visigoda aparece la Diócesis de Biatia (Baeza) que, desde el X Concilio de Toledo (656), surge como continuación de la de Cástulo, que ya deja de mencionarse. Así mismo se pierden las otras diócesis a partir de la invasión por los árabes. Durante la dominación bizantina, Mentesa y Cástulo quedaron en territorio bizantino, mientras que Biatia siguió en la demarcación cartaginense.

b) Epoca de la Reconquista. Desde la fecha de la reconquista de Baeza, su sede se une a la Provincia Eclesiástica de Toledo durante los pocos años (1228 a 1246) que tardó en ser conquistada Jaén y trasladada y creada en ella la sede giennense. (D. Mansilla, "Geografía Eclesiástica", en Diccionario de Historia eclesiástica de España; tomo II; C.S.I.C. 1972). Otros territorios de la actual Diócesis y provincia de Jaén eclesiásticamente pertenecieron a otras jurisdicciones distintas:

- La Abadía de Alcalá la Real, erigida por Bula apostólica suplicada por el Rey Alfonso XI en 1340.

- Los territorios de las Ordenes militares:

- Vicaria de Segura (perteneciente a la Orden militar de Santiago).

- Vicaría de Beas (también de la Orden militar de Santiago a la que perteneció durante un tiempo Chiclana de Segura y Bedmar).

- Vicaría de Martos (de la Orden Militar de Calatrava, aunque en esta Vicaria ejercía el Obispo de Jaén en la celebración del Orden sacerdotal y otras celebraciones litúrgicas en virtud de "concordias" con la Vicaría).

- El Adelantado de Cazorla: Los territorios que fueron conquistándose a los árabes desde el s. XIII quedaron unidos a la sede toledana de tal modo que, incluso en lo temporal, el Arzobispo de Toledo ejercía su señorío en los territorios del Adelantado. (J. Montijano Chica "El Santo Reino de Jaén", en "Paisaje", mayo-octubre 1964).

c) Configuración actual de la Diócesis de Jaén

En el Concordato de 1851 se expresaba el deseo de "adecuación de los territorios provinciales con las demarcaciones diocesanas" (art.5º). Sin embargo hasta 1873 y de un modo violento y unilateral no se suprimen las jurisdicciones especiales de la Abadía de Alcalá y las Vicarias de las Ordenes militares.

Ante las disposiciones gubernamentales, el Papa Pío IX, a través de sendas cartas apostólicas, unió la Abadía de Alcalá y las Vicarías de Segura, Beas y Martos a la Diócesis de Jaén (14-VII-1873) (cf. Boletín Oficial Obispado, 1873, pág. 137 ss.). Ello motivó que en 1893 el Obispo D. Manuel González hiciera una reorganización completa territorial de la Diócesis. (Cf. Boletín Oficial Obispado 1893, pág. 19-52).

*Nota: El Adelantado de Cazorla permaneció, no obstante, unido al Arzobispado de Toledo hasta 1954, año en que Pío XII firma la anexión de Cazorla a la Diócesis de Jaén mediante el Decreto "Maiori animarum bono" de la Congregación Consistorial (23-IV-1954). (Cf. B. Oficial Obispado 1954 pág.206). De este modo se cumplía el deseo manifestado en el Concordato de 1953 (art.9). (Boletín Oficial Obispado 1954, pág. 206).

Fuente: ODISUR

viernes, 19 de noviembre de 2010

Congreso Eucarístico | Dublín 2012

...
50º CONGRESO EUCARÍSTICO INTERNACIONAL
..
ORACIÓN
..
Señor Jesús
You were sent by the Father
Tu fuiste enviado por el Padre
to gather together those who are scattered.
para reunir a los que se encuentran dispersos
You came among us, doing good and bringing healing,
Viniste a nosotros, haciendo el bien y sanando,
announcing the Word of salvation
anunciando la Palabra de salvación
and giving the Bread which lasts forever.
y dándonos el Pan que dura para siempre.
Be our companion on life’s pilgrim way.
Sé nuestro compañero en la peregrinación de la vida.
May your Holy Spirit inflame our hearts,
Que tu Espíritu Santo inflame nuestros corazones,
enliven our hope and open our minds,
avive nuestra esperanza y abra nuestras mentes,
so that together with our sisters and brothers in faith
para que junto con nuestras hermanas y hermanos en la fe
we may recognise you in the Scriptures and in the breaking of bread.
podamos reconocerte en las Escrituras y en la fracción del pan.
May your Holy Spirit transform us into one body
Que tu Espíritu Santo nos transforme en un cuerpo
and lead us to walk humbly on the earth,
y nos guíe para caminar humildemente en el mundo,
in justice and love, en justicia y amor, as witnesses of your resurrection.
como testigos de tu resurrección.
In communion with Mary,
En comunión con María,
whom you gave to us as our Mother at the foot of the cross,
a quien nos diste como Madre al pie de la cruz,
through you
por medio de ti
may all praise, honour and blessing be to the Father
sean dadas toda alabanza, honor y bendicion al Padre,
in the Holy Spirit and in the Church,
en el Espíritu Santo y en la Iglesia.
Now and forever.
Ahora y para siempre.
Amen.
Amén.

jueves, 18 de noviembre de 2010

Congreso Eucarístico | Dublín 2012


50º CONGRESO EUCARÍSTICO INTERNACIONAL

S.S. Benedicto XVI recibió el jueves (11 de noviembre) a los participantes en la Asamblea Plenaria del Pontificio Comité para los Congresos Eucarísticos Internacionales al final de los trabajos preparatorios del próximo congreso, que tendrá lugar en Dublín (Irlanda) en 2012.

Delegados nacionales de todo el orbe se reunieron esta semana en Roma para discutir los preparativos para el Congreso de 2012, que será cuando Dublín abra sus puertas, capillas e iglesias a todos cuantos deseen participar en el evento, que durará una semana y estará centrado en la reflexión del tema: "La Eucaristía: comunión con Cristo y entre nosotros".

Saludando a los delegados nacionales de las Conferencias Episcopales y, de manera especial a la delegación irlandesa, encabezada por el arzobispo de Dublín (Mons. Diarmuid Martin) que acogerá el próximo Congreso Eucarístico Internacional, en junio de 2012 - y destacando la atención que esta Asamblea ha dedicado a tal evento el Papa ha hecho hincapié en la importancia de la Eucaristía en el camino de renovación de la Iglesia en Irlanda.

Volviendo al tema de los Congresos Eucarísticos, resultó interesante que el Santo Padre aludiera en su discurso al hecho de que la reunión de esta semana coincidió con el 50° Aniversario desde la realización del CEI en Munich, al cual, comentó, tuvo la oportunidad de asistir "personalmente, como un joven profesor de Teología". También enfatizó el carácter jubilar del Congreso de 2012 no sólo porque será la edición número 50 del evento, sino porque se realizará en el marco del 50° aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II.

“Los Congresos Eucarísticos Internacionales tienen ya una larga historia en la Iglesia”, dijo el Santo Padre. “Ponen de relieve la dimensión universal de la celebración: efectivamente se trata de una fiesta de fe alrededor de Cristo Eucarístico, el Cristo del sacrificio supremo por la humanidad, en la que participan fieles no sólo de una Iglesia particular o de una nación, sino, en la medida de lo posible, de varias partes del Orbe. Es la Iglesia que se recoge en torno a su Señor y Dios”.

La tarea de los Congresos Eucarísticos, sobre todo en el contexto actual, prosiguió el pontífice, “es también la de dar una peculiar contribución a la nueva evangelización, promoviendo la evangelización mistagógica, que se cumple en la escuela de la Iglesia en oración, a partir y a través de la liturgia. Cada congreso lleva en sí un impulso evangelizador, en sentido más estrictamente misionero, tanto que el binomio Eucaristía-misión ha entrado a formar parte de las directrices propuestas por la Santa Sede”.

Durante el desarrollo del discurso, el Papa también ha alentado a perseverar en el apostolado eucarístico:

«Queridos hermanos y hermanas, el apostolado eucarístico al que dedicáis vuestros esfuerzos es muy importante. Perseverad en ello con compromiso y pasión, animando y difundiendo la devoción eucarística en todas sus expresiones. En la Eucaristía está encerrado el tesoro de la Iglesia, o sea el mismo Cristo, que en la Cruz se ha inmolado por la salvación de la humanidad. Acompaño vuestro apreciado servicio asegurándoos mi oración, por intercesión de María Santísima, y con la Bendición Apostólica, que de corazón os imparto a vosotros, a vuestros seres queridos y vuestros colaboradores». El Santo Padre finalizó su discurso con una indicación litúrgico-pastoral. “Es importante -afirmó- que cada congreso eucarístico sepa implicar e integrar, según el espíritu de la reforma conciliar, todas las expresiones del culto eucarístico “extra missam”, que hunden sus raíces en la devoción popular, como las asociaciones de fieles que se inspiran, con diversos títulos, en la Eucaristía. Todas las devociones eucarísticas, recomendadas y alentadas también en la encíclica “Ecclesia de Eucharistia” y en la exhortación apostólica “Sacramentum caritatis” deben armonizarse según una eclesiología eucarística orientada hacia la comunión”.

Durante la sesión plenaria fueron presentados oficialmente el documento teológico del Congreso "Reflexiones pastorales para el 50° Congreso Eucarístico Internacional", el Himno del Congreso, la Oración del Congreso (en 7 idiomas) y un video promocional del CEI2012:

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Benedicto XVI | Caridad y verdad


Sigue la síntesis facilitada por la Oficina de Prensa de la Santa Sede de la encíclica de Benedicto XVI, "Caritas in veritate": La Caridad en la verdad, sobre el desarrollo humano integral en la caridad y en la verdad.

La Encíclica, publicada, consta de una introducción, seis capítulos y una conclusión y está fechada el 29 de junio de 2009, solemnidad de San Pedro y San Pablo.

"En la Introducción -explica la síntesis- el Papa recuerda que la caridad es "la vía maestra de la doctrina social de la Iglesia". Por otra parte, dado el "riesgo de ser mal entendida o excluida de la ética vivida" advierte de que "un cristianismo de caridad sin verdad se puede confundir fácilmente con una reserva de buenos sentimientos, provechosos para la convivencia social, pero marginales".

"El desarrollo (…) necesita esta verdad", escribe Benedicto XVI y analiza "dos criterios orientadores de la acción moral: la justicia y el bien común. (…) Todo cristiano está llamado a esta caridad, según su vocación y sus posibilidades de incidir en la polis. Ésta es la vía institucional del vivir social".

El primer capítulo está dedicado al "Mensaje de la "Populorum progressio" de Pablo VI que "reafirmó la importancia imprescindible del Evangelio para la construcción de la sociedad según libertad y justicia". "La fe cristiana -escribe Benedicto XVI- se ocupa del desarrollo no apoyándose en privilegios o posiciones de poder (…) sino solo en Cristo". El pontífice evidencia que "las causas del subdesarrollo no son principalmente de orden material". Están ante todo en la voluntad, el pensamiento y todavía más "en la falta de fraternidad entre los hombres y los pueblos".

"El desarrollo humano en nuestro tiempo" es el tema del segundo capítulo. "El objetivo exclusivo del beneficio, cuando es obtenido mal y sin el bien común como fin último -reitera el Papa- corre el riesgo de destruir riqueza y crear pobreza" Y enumera algunas distorsiones del desarrollo: una actividad financiera "en buena parte especulativa", los flujos migratorios "frecuentemente provocados y después no gestionados adecuadamente o la explotación sin reglas de los recursos de la tierra". Frente a esos problemas ligados entre sí, el Papa invoca "una nueva síntesis humanista", constatando después que "el cuadro del desarrollo se despliega en múltiples ámbitos: (…) crece la riqueza mundial en términos absolutos, pero aumentan también las desigualdades (…) y nacen nuevas pobrezas".

"En el plano cultural -prosigue- (…) las posibilidades de interacción" han dado lugar a "nuevas perspectivas de diálogo", (…) pero hay un doble riesgo". En primer lugar "un eclecticismo cultural" donde las culturas se consideran "sustancialmente equivalentes". El peligro opuesto es el de "rebajar la cultura y homologar los (…) estilos de vida". Benedicto XVI recuerda "el escándalo del hambre" y auspicia "una ecuánime reforma agraria en los países en desarrollo".

Asimismo, el pontífice evidencia que el respeto por la vida "en modo alguno puede separarse de las cuestiones relacionadas con el desarrollo de los pueblos" y afirma que "cuando una sociedad se encamina hacia la negación y la supresión de la vida acaba por no encontrar la motivación y la energía necesarias para esforzarse en el servicio del verdadero bien del hombre".

Otro aspecto ligado al desarrollo es el "derecho a la libertad religiosa. La violencia - escribe el Papa-, frena el desarrollo auténtico" y esto "ocurre especialmente con el terrorismo de inspiración fundamentalista".

"Fraternidad, desarrollo económico y sociedad civil" es el tema del tercer capítulo, que se abre con un elogio de la experiencia del don, no reconocida a menudo, "debido a una visión de la existencia que antepone a todo la productividad y la utilidad. (…) El desarrollo, (…) si quiere ser auténticamente humano, necesita en cambio dar espacio al principio de gratuidad", y por cuanto se refiere al mercado la lógica mercantil, ésta debe estar "ordenada a la consecución del bien común, que es responsabilidad sobre todo de la comunidad política".

Retomando la encíclica "Centesimus annus" indica "la necesidad de un sistema basado en tres instancias: el mercado, el Estado y la sociedad civil" y espera en "una civilización de la economía". Hacen falta "formas de economía solidaria" y "tanto el mercado como la política tienen necesidad de personas abiertas al don recíproco".

El capítulo se cierra con una nueva valoración del fenómeno de la globalización, que no se debe entender solo como "un proceso socio-económico". (…) La globalización necesita "una orientación cultural personalista y comunitaria abierta a la trascendencia (…) y capaz de corregir sus disfunciones".

En el cuarto capítulo, la Encíclica trata el tema del "Desarrollo de los pueblos, derechos y deberes, ambiente". "Gobierno y organismos internacionales -se lee- no pueden olvidar "la objetividad y la indisponibilidad" de los derechos. A este respecto, se detiene en las "problemáticas relacionadas con el crecimiento demográfico".

Reafirma que la sexualidad no se puede "reducir a un mero hecho hedonístico y lúdico". Los Estados, escribe, "están llamados a realizar políticas que promuevan la centralidad de la familia". "La economía -afirma una vez más- tiene necesidad de la ética para su correcto funcionamiento; no de cualquier ética sino de una ética amiga de la persona". La misma centralidad de la persona, escribe, debe ser el principio guía "en las intervenciones para el desarrollo" de la cooperación internacional. (…) Los organismos internacionales -exhorta el Papa- deberían interrogarse sobre la real eficacia de sus aparatos burocráticos", "con frecuencia muy costosos".

El Santo Padre se refiere más adelante a las problemáticas energéticas. "El acaparamiento de los recursos" por parte de Estados y grupos de poder, denuncia, constituyen "un grave impedimento para el desarrollo de los países pobres". (…) "Las sociedades tecnológicamente avanzadas -añade- pueden y deben disminuir la propia necesidad energética", mientras debe "avanzar la investigación sobre energías alternativas".

"La colaboración de la familia humana" es el corazón del quinto capítulo, en el que Benedicto XVI pone de relieve que "el desarrollo de los pueblos depende sobre todo del reconocimiento de ser una sola familia". De ahí que, se lee, la religión cristiana puede contribuir al desarrollo "solo si Dios encuentra un puesto también en la esfera pública".

El Papa hace referencia al principio de subsidiaridad, que ofrece una ayuda a la persona "a través de la autonomía de los cuerpos intermedios". La subsidiariedad, explica, "es el antídoto más eficaz contra toda forma de asistencialismo paternalista" y es más adecuada para humanizar la globalización".

Asimismo, Benedicto XVI exhorta a los Estados ricos a "destinar mayores cuotas" del Producto Interno Bruto para el desarrollo, respetando los compromisos adquiridos. Y augura un mayor acceso a la educación y, aún más, a la "formación completa de la persona" afirmando que, cediendo al relativismo, se convierte en más pobre. Un ejemplo, escribe, es el del fenómeno perverso del turismo sexual. "Es doloroso constatar -observa- que se desarrolla con frecuencia con el aval de los gobiernos locales".

El Papa afronta a continuación al fenómeno "histórico" de las migraciones. "Todo emigrante, afirma, "es una persona humana" que "posee derechos que deben ser respetados por todos y en toda situación".

El último párrafo del capítulo lo dedica el Pontífice "a la urgencia de la reforma" de la ONU y "de la arquitectura económica y financiera internacional". Urge "la presencia de una verdadera Autoridad política mundial" (…) que goce de "poder efectivo".

El sexto y último capítulo está centrado en el tema del "Desarrollo de los pueblos y la técnica". El Papa pone en guardia ante la "pretensión prometeica" según la cual "la humanidad cree poderse recrear valiéndose de los 'prodigios' de la tecnología". La técnica, subraya, no puede tener una "libertad absoluta".

El campo primario "de la lucha cultural entre el absolutismo de la tecnicidad y la responsabilidad moral del hombre es hoy el de la bioética", explica el Papa, y añade: "La razón sin la fe está destinada a perderse en la ilusión de la propia omnipotencia". La cuestión social se convierte en "cuestión antropológica". La investigación con embriones, la clonación, lamenta el Pontífice, "son promovidas por la cultura actual", que "cree haber desvelado todo misterio". El Papa teme "una sistemática planificación eugenésica de los nacimientos". En la Conclusión de la Encíclica, el Papa subraya que el desarrollo "tiene necesidad de cristianos con los brazos elevados hacia Dios en gesto de oración", de "amor y de perdón, de renuncia a sí mismos, de acogida al prójimo, de justicia y de paz".

martes, 16 de noviembre de 2010

Benedicto XVI | La Palabra de Dios

.
EXHORTACIÓN APOSTÓLICA "VERBUM DOMINI"

El día 11 de noviembre de 2010 se presentó en la Oficina de Prensa de la Santa Sede la Exhortación Apostólica Postsinodal de Benedicto XVI "Verbum Domini", sobre la Palabra de Dios en la vida y en la misión de la Iglesia.

Intervinieron en la rueda de prensa el cardenal Marc Ouellet, P.S.S., prefecto de la Congregación para los Obispos; el arzobispo Gianfranco Ravasi, presidente del Pontificio Consejo de la Cultura; el arzobispo Nikola Eterovic y monseñor Fortunato Frezza, respectivamente secretario general y subsecretario del Sínodo de los Obispos.

El documento, fechado el 30 de septiembre, memoria de San Jerónimo, es fruto de la XII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, celebrada en Roma del 5 al 26 de octubre de 2008. Se ha publicado en latín, italiano, inglés, francés, español, alemán, portugués, polaco. Consta de una introducción, tres partes y una conclusión.

El arzobispo Eterovic explicó que en la primera parte, titulada "Verbum Dei", el Papa hace hincapié "en el papel fundamental de Dios Padre, fuente y origen de la Palabra, así como la dimensión trinitaria de la revelación". En el primer capítulo, "El Dios que habla", se pone de relieve "la voluntad de Dios de abrir y mantener un diálogo con el ser humano, en el que Dios toma la iniciativa y se revela de diversas maneras". Asimismo "se destaca el aspecto cristológico de la Palabra, subrayando al mismo tiempo la dimensión pneumatológica". En esta parte se afronta la relación entre Escritura y Tradición, así como el tema de la inspiración y verdad de la Biblia.

"La respuesta del hombre al Dios que habla" es el título del segundo capítulo. "El hombre está llamado a entrar en la Alianza con su Dios que lo escucha y responde a sus preguntas. A Dios que habla, el hombre responde con la fe. La oración más indicada es la realizada mediante las palabras que el mismo Dios ha revelado y que se mantienen escritas en la Biblia".

El tercer capítulo está dedicado al tema "La hermenéutica de la Sagrada Escritura en la Iglesia". Se dice que "la Sagrada Escritura debería ser, como lo manifiesta la Constitución dogmática "Dei Verbum" sobre la divina revelación, "el alma de la teología sagrada". Se afirma que "la hermenéutica bíblica del Concilio Vaticano II debe ser redescubierta a fin de evitar un cierto dualismo de la hermenéutica secularizada, que podría dar lugar a una interpretación fundamentalista o espiritualista de la Sagrada Escritura. La recta hermenéutica exige la complementariedad del sentido literal y espiritual, una armonía entre fe y razón. Por lo que concierne a la relación entre cristianos y judíos con referencia a las Escrituras, "se subraya que es muy especial porque comparten buena parte de ellas".

La segunda parte se titula "Verbum in Ecclesia". En el primer capítulo, "La Palabra de Dios y la Iglesia", "se subraya que gracias a la Palabra de Dios y a la acción sacramental, Jesucristo es contemporáneo a los hombres en la vida de la Iglesia".

"La Liturgia, lugar privilegiado de la Palabra de Dios" es el título del segundo capítulo, en el que se insiste "en el nexo vital entre la Sagrada Escritura y los sacramentos, en particular, la Eucaristía". Se recuerda la importancia del Leccionario y de la proclamación de la Palabra y del ministerio de lectorado, insistiendo sobre todo en la preparación de la homilía, un tema de gran importancia en la Exhortación Apostólica post-sinodal.

El tercer capítulo está dedicado a "La Palabra de Dios en la vida de la Iglesia", donde se destaca "la importancia de la animación bíblica de la pastoral, la dimensión bíblica de la catequesis, la formación bíblica de los cristianos, la Sagrada Escritura en los grandes encuentros eclesiales, y la Palabra de Dios en relación con las vocaciones". También "se presta una especial atención a la Lectio divina y a la oración mariana".

La tercera parte, titulada "Verbum mundo", subraya "el deber de los cristianos de anunciar la Palabra de Dios en el mundo en el que viven y trabajan. En el primer capítulo, "La misión de la Iglesia: anunciar la Palabra de Dios al mundo", se señala que la Iglesia está orientada al primer anuncio, "ad gentes", a los que todavía no conocen al Verbo, Palabra de Dios, pero también a aquellos que han sido bautizados. (…) pero que necesitan una nueva evangelización para redescubrir la Palabra de Dios".

"Palabra de Dios y compromiso en el mundo", es el título del segundo capítulo. En él se recuerda que "los cristianos están llamados a servir al Verbo de Dios en los hermanos más pequeños y, por tanto, a comprometerse en la sociedad para la reconciliación, la justicia y la paz entre los pueblos".

El tercer capítulo está dedicado a "La Palabra de Dios y las culturas". Se pone de manifiesto "el deseo de que la Biblia sea mejor conocida en las escuelas y universidades y que los medios de comunicación social usen todas las posibilidades técnicas para su divulgación. El tema de la enculturación de la Sagrada Escritura está vinculado a las traducciones y a la difusión de la Biblia, que hay que incrementar".

"Palabra de Dios y diálogo interreligioso", es el tema del cuarto capítulo. "Después de haber puesto de relieve el valor y la actualidad del diálogo interreligioso, la "Verbum Domini" (…) ofrece unas indicaciones útiles sobre el diálogo entre cristianos y musulmanes, así como con los pertenecientes a otras religiones no cristianas, en el marco de la libertad religiosa, que implica no sólo la libertad de profesar la propia fe en privado y en público, sino también la libertad de conciencia, es decir, de elegir la propia religión".

En la conclusión, dijo el arzobispo Eterovic, el Santo Padre reitera la exhortación a todos los cristianos a "esforzarse para tener cada vez más familiaridad con la Sagrada Escritura".

lunes, 15 de noviembre de 2010

Benedicto XVI | Nueva Evangelización

CARTA APOSTÓLICA EN FORMA DE «MOTU PROPRIO»

UBICUMQUE ET SEMPER

DEL SUMO PONTÍFICE BENEDICTO XVI CON LA CUAL SE INSTITUYE EL CONSEJO PONTIFICIO PARA LA PROMOCIÓN DE LA NUEVA EVANGELIZACIÓN

La Iglesia tiene el deber de anunciar siempre y en todas partes el Evangelio de Jesucristo. Él, el primer y supremo evangelizador, en el día de su ascensión al Padre, ordenó a los Apóstoles: «Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado» (Mt 28, 19-20). Fiel a este mandamiento, la Iglesia, pueblo adquirido por Dios para que proclame sus obras admirables (cf. 1 P 2, 9), desde el día de Pentecostés, en el que recibió como don el Espíritu Santo (cf. Hch 2, 1-4), nunca se ha cansado de dar a conocer a todo el mundo la belleza del Evangelio, anunciando a Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre, el mismo «ayer, hoy y siempre» (Hb 13, 8), que con su muerte y resurrección realizó la salvación, cumpliendo la antigua promesa. Por tanto, para la Iglesia la misión evangelizadora, continuación de la obra que quiso Jesús nuestro Señor, es necesaria e insustituible, expresión de su misma naturaleza.

Esta misión ha asumido en la historia formas y modalidades siempre nuevas según los lugares, las situaciones y los momentos históricos. En nuestro tiempo, uno de sus rasgos singulares ha sido afrontar el fenómeno del alejamiento de la fe, que se ha ido manifestando progresivamente en sociedades y culturas que desde hace siglos estaban impregnadas del Evangelio. Las transformaciones sociales a las que hemos asistido en las últimas décadas tienen causas complejas, que hunden sus raíces en tiempos lejanos, y han modificado profundamente la percepción de nuestro mundo. Pensemos en los gigantescos avances de la ciencia y de la técnica, en la ampliación de las posibilidades de vida y de los espacios de libertad individual, en los profundos cambios en campo económico, en el proceso de mezcla de etnias y culturas causado por fenómenos migratorios de masas, y en la creciente interdependencia entre los pueblos. Todo esto ha tenido consecuencias también para la dimensión religiosa de la vida del hombre. Y si, por un lado, la humanidad ha conocido beneficios innegables de esas transformaciones y la Iglesia ha recibido ulteriores estímulos para dar razón de su esperanza (cf. 1 P 3, 15), por otro, se ha verificado una pérdida preocupante del sentido de lo sagrado, que incluso ha llegado a poner en tela de juicio los fundamentos que parecían indiscutibles, como la fe en un Dios creador y providente, la revelación de Jesucristo único salvador y la comprensión común de las experiencias fundamentales del hombre como nacer, morir, vivir en una familia, y la referencia a una ley moral natural.

Aunque algunos hayan acogido todo ello como una liberación, muy pronto nos hemos dado cuenta del desierto interior que nace donde el hombre, al querer ser el único artífice de su naturaleza y de su destino, se ve privado de lo que constituye el fundamento de todas las cosas.

Ya el concilio ecuménico Vaticano II incluyó entre sus temas centrales la cuestión de la relación entre la Iglesia y el mundo contemporáneo. Siguiendo las enseñanzas conciliares, mis predecesores reflexionaron ulteriormente sobre la necesidad de encontrar formas adecuadas para que nuestros contemporáneos sigan escuchando la Palabra viva y eterna del Señor.

El siervo de Dios Pablo VI observaba con clarividencia que el compromiso de la evangelización «se está volviendo cada vez más necesario, a causa de las situaciones de descristianización frecuentes en nuestros días, para gran número de personas que recibieron el bautismo, pero viven al margen de toda vida cristiana; para las gentes sencillas que tienen una cierta fe, pero conocen poco los fundamentos de la misma; para los intelectuales que sienten necesidad de conocer a Jesucristo bajo una luz distinta de la enseñanza que recibieron en su infancia, y para otros muchos» (Evangelii nuntiandi, 52). Y, con el pensamiento dirigido a los que se han alejado de la fe, añadía que la acción evangelizadora de la Iglesia «debe buscar constantemente los medios y el lenguaje adecuados para proponerles o volverles a proponer la revelación de Dios y la fe en Jesucristo» (ib., n. 56). El venerable siervo de Dios Juan Pablo II puso esta ardua tarea como uno de los ejes su vasto magisterio, sintetizando en el concepto de «nueva evangelización», que él profundizó sistemáticamente en numerosas intervenciones, la tarea que espera a la Iglesia hoy, especialmente en las regiones de antigua cristianización. Una tarea que, aunque concierne directamente a su modo de relacionarse con el exterior, presupone, primero de todo, una constante renovación en su seno, un continuo pasar, por decirlo así, de evangelizada a evangelizadora. Baste recordar lo que se afirmaba en la exhortación postsinodal Christifideles laici: «Enteros países y naciones, en los que en un tiempo la religión y la vida cristiana fueron florecientes y capaces de dar origen a comunidades de fe viva y operativa, están ahora sometidos a dura prueba e incluso alguna que otra vez son radicalmente transformados por el continuo difundirse del indiferentismo, del laicismo y del ateísmo. Se trata, en concreto, de países y naciones del llamado primer mundo, en el que el bienestar económico y el consumismo —si bien entremezclado con espantosas situaciones de pobreza y miseria— inspiran y sostienen una existencia vivida "como si Dios no existiera". Ahora bien, el indiferentismo religioso y la total irrelevancia práctica de Dios para resolver los problemas, incluso graves, de la vida, no son menos preocupantes y desoladores que el ateísmo declarado. Y también la fe cristiana -aunque sobrevive en algunas manifestaciones tradicionales y rituales- tiende a ser erradicada de los momentos más significativos de la existencia humana, como son los momentos del nacer, del sufrir y del morir. (...) En cambio, en otras regiones o naciones todavía se conservan muy vivas las tradiciones de piedad y de religiosidad popular cristiana; pero este patrimonio moral y espiritual corre hoy el riesgo de ser desperdigado bajo el impacto de múltiples procesos, entre los que destacan la secularización y la difusión de las sectas. Sólo una nueva evangelización puede asegurar el crecimiento de una fe límpida y profunda, capaz de hacer de estas tradiciones una fuerza de auténtica libertad. Ciertamente urge en todas partes rehacer el entramado cristiano de la sociedad humana. Pero la condición es que se rehaga la trabazón cristiana de las mismas comunidades eclesiales que viven en estos países o naciones» (n. 34).

Por tanto, haciéndome cargo de la preocupación de mis venerados predecesores, considero oportuno dar respuestas adecuadas para que toda la Iglesia, dejándose regenerar por la fuerza del Espíritu Santo, se presente al mundo contemporáneo con un impulso misionero capaz de promover una nueva evangelización. Esta se refiere sobre todo a las Iglesias de antigua fundación, que viven realidades bastante diferenciadas, a las que corresponden necesidades distintas, que esperan impulsos de evangelización diferentes: en algunos territorios, en efecto, aunque avanza el fenómeno de la secularización, la práctica cristiana manifiesta todavía una buena vitalidad y un profundo arraigo en el alma de poblaciones enteras; en otras regiones, en cambio, se nota un distanciamiento más claro de la sociedad en su conjunto respecto de la fe, con un entramado eclesial más débil, aunque no privado de elementos de vivacidad, que el Espíritu Santo no deja de suscitar; también existen, lamentablemente, zonas casi completamente descristianizadas, en las cuales la luz de la fe está confiada al testimonio de pequeñas comunidades: estas tierras, que necesitarían un renovado primer anuncio del Evangelio, parecen particularmente refractarias a muchos aspectos del mensaje cristiano.

La diversidad de las situaciones exige un atento discernimiento; hablar de «nueva evangelización» no significa tener que elaborar una única fórmula igual para todas las circunstancias. Y, sin embargo, no es difícil percatarse de que lo que necesitan todas las Iglesias que viven en territorios tradicionalmente cristianos es un renovado impulso misionero, expresión de una nueva y generosa apertura al don de la gracia. De hecho, no podemos olvidar que la primera tarea será siempre ser dóciles a la obra gratuita del Espíritu del Resucitado, que acompaña a cuantos son portadores del Evangelio y abre el corazón de quienes escuchan. Para proclamar de modo fecundo la Palabra del Evangelio se requiere ante todo hacer una experiencia profunda de Dios.

Como afirmé en mi primer encíclica Deus caritas est: «No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva» (n. 1). De forma análoga, en la raíz de toda evangelización no hay un proyecto humano de expansión, sino el deseo de compartir el don inestimable que Dios ha querido darnos, haciéndonos partícipes de su propia vida.

Por tanto, a la luz de estas reflexiones, después de haber examinado con esmero cada aspecto y haber solicitado el parecer de personas expertas, establezco y decreto lo siguiente:

Art. 1
§ 1. Se constituye el Consejo pontificio para la promoción de la nueva evangelización, como dicasterio de la Curia romana, de acuerdo con la constitución apostólica Pastor bonus.
§ 2. El Consejo persigue su finalidad tanto estimulando la reflexión sobre los temas de la nueva evangelización, como descubriendo y promoviendo las formas y los instrumentos adecuados para realizarla.

Art. 2
La actividad del Consejo, que se lleva a cabo en colaboración con los demás dicasterios y organismos de la Curia romana, respetando las relativas competencias, está al servicio de las Iglesias particulares, especialmente en los territorios de tradición cristiana donde se manifiesta con mayor evidencia el fenómeno de la secularización.

Art. 3
Entre las tareas específicas del Consejo se señalan:
1. profundizar el significado teológico y pastoral de la nueva evangelización;
2. promover y favorecer, en estrecha colaboración con las Conferencias episcopales interesadas, que podrán tener un organismo ad hoc, el estudio, la difusión y la puesta en práctica del Magisterio pontificio relativo a las temáticas relacionadas con la nueva evangelización;
3. dar a conocer y sostener iniciativas relacionadas con la nueva evangelización organizadas en las diversas Iglesias particulares y promover la realización de otras nuevas, involucrando también activamente las fuerzas presentes en los institutos de vida consagrada y en las sociedades de vida apostólica, así como en las agregaciones de fieles y en las nuevas comunidades;
4. estudiar y favorecer el uso de las formas modernas de comunicación, como instrumentos para la nueva evangelización;
5. promover el uso del Catecismo de la Iglesia católica, como formulación esencial y completa del contenido de la fe para los hombres de nuestro tiempo.

Art. 4
§ 1. Dirige el Consejo un arzobispo presidente, con la ayuda de un secretario, un subsecretario y un número conveniente de oficiales, según las normas establecidas por la constitución apostólica Pastor bonus y el Reglamento general de la Curia romana.
§ 2. El Consejo tiene miembros propios y puede disponer de consultores propios.
Ordeno que todo lo que se ha deliberado con el presente Motu proprio tenga valor pleno y estable, a pesar de cualquier disposición contraria, aunque sea digna de particular mención, y establezco que se promulgue mediante la publicación en el periódico «L'Osservatore Romano» y que entre en vigor el día de la promulgación.

Castelgandolfo, 21 de septiembre de 2010, fiesta de San Mateo, Apóstol y Evangelista, año sexto de mi pontificado.

BENEDICTUS PP. XVI