jueves, 9 de diciembre de 2010

Felicitación de Navidad | Obispo de Jaén


UNA LUZ NUEVA

¿Qué es la Navidad? Son muchas las respuestas que se dan a esa pregunta. También entre nosotros.

Para un no pequeño número de personas no es más que una excusa para el ajetreo, viajes, negocios, compras… adornada con tradiciones sentimentales en las que se ha dejado de creer. No aceptan que Dios y el hombre sean reconciliables. No necesitan de Él.

Otros muchos, a la inversa, creen que la Navidad son unos días en los que una luz nueva penetra con su brillo especial en muchos corazones y hogares. Unos días en los que llega hasta nosotros un Mensaje siempre nuevo: el Amor de Dios por ti, por todos, hecho Niño. Unos días en los que la luz de aquel Portal de Belén continúa extendiendo sus destellos a favor de toda la humanidad con un mensaje siempre nuevo e incombustible: “Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor” (Lc 2, 14).

Por eso puede decirse que la Navidad es un tiempo en que se incrementa la bondad y la disposición para pensar en los demás, para darles una señal de amor que siempre encierra nuestro interior lo más noble de nuestro ser.

En la Navidad cristiana cobran también vida costumbres heredadas de nuestras familias, vividas desde la infancia, que nos resistimos a perder: felicitaciones, reuniones entrañables, recuerdos, el canto de villancicos, la misa del “Gallo” en la media noche y la de Pascua de Navidad, despedida y entrada del Año Nuevo en manos de Dios, regalos y adoración, como los Magos de Oriente, ante el Niño que nació en Belén.

¡Cuánto empeño en algunos por romper esta cultura cristiana por llevarnos a tiempos de paganismo!

El Apóstol San Pablo les decía a los primeros cristianos de la Ciudad de Roma: “Ya es hora que despertéis del sueño… la noche está muy avanzada, el día se acerca. Despojémonos, pues, de la obras de las tinieblas y revistámonos de las armas de la luz. Caminemos como en pleno día: con decencia, no en orgías ni en borracheras; no en fornicaciones ni lujurias; no en discordias ni envidias. Al contrario, revestíos del Señor Jesucristo y no pongáis vuestro afán en la satisfacción de los deseos de la carne” (Rom 13, 11- 14).

Quería San Pablo sacar de la noche, del sueño constante del ser humano, a aquellos cristianos. La “orgía” es la imagen del mundo pagano que se hunde en lo material y permanece en la tiniebla de la ausencia de verdades. En medio del bullicio y la agitación son muchas las personas están solas, perdidas y sin esperanza.

La Navidad cristiana es precisamente para levantarnos del sueño, del conformismo fácil y abrazarnos con el coraje de la fe, a nuestra rica vocación humana, que se enaltece a la luz y la verdad que, nos ofrece este Niño Dios. Es la luz nueva también de esta Navidad.

Nada se le había perdido a Dios en nuestro mundo, pero hizo esta opción de amor por cada persona y se encarnó sin dejar su divinidad. Por eso nada hay más trágico para el hombre que sentir a este Niño Dios como rival, aceptar que Dios y el hombre son irreconciliables. Gran mentira, por mucho que se repita y algunos traten de imponernos.

Somos muchos los que vivimos la verdad de la Nochebuena: Dios se hace Niño por nosotros y es nuestro mejor Amigo y Salvador. Por eso mismo, sin exclusivismos y para todos,

¡Feliz Navidad!

+ RAMÓN DEL HOYO LÓPEZ, Obispo de Jaén

miércoles, 8 de diciembre de 2010

Inmaculada Concepción


La Inmaculada Concepción
fue nombrada
Patrona de España hace 250 años

El rey Carlos III, accediendo a los deseos manifestados por las Cortes; tomó como universal Patrona de toda la monarquía a la Santísima Virgen en su Inmaculada Concepción; a instancias de este monarca, el Papa Clemente XIII, por Breve de 8 de noviembre de 1760, confirma este Patronato de María en todos los dominios de España; manda que todo el clero, secular y regular, celebre la fiesta de la Inmaculada Concepción bajo el rito doble de primera clase y con octava y concede indulgencia plenaria y remisión de todos los pecados a los fieles que, debidamente dispuestos, visiten aquel día cualquier templo dedicado a Dios en honor de su Santísima Madre.

Con otro Breve amplia y extiende a el clero el oficio y misa de la Concepción, como practicaba ya la Orden seráfica.

Finalmente, con otro Breve autoriza Clemente XIII para que en la Letanía lauretana, después de decir "Mater intemerata", se añada "Mater inmaculata".

Más tarde el Romano Pontífice Gregorio XVI, a instancias del Cardenal Arzobispo de Sevilla, concedió que en la misma Letania se diga "Regina sine labe original concepta".

martes, 7 de diciembre de 2010

Concilio Vaticano II | El diaconado

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El diaconado: legado del Concilio Vaticano II

1. Uno de los grandes legados del Concilio Vaticano II fue el restablecimiento y estímulo de la orden de diáconos en toda la Iglesia Católica. La decisión del Concilio sobre el diaconado emanó de las charlas sobre la naturaleza sacramental de la Iglesia. Los Padres del Concilio presentaron en imágenes concisas, descriptivas y complementarias una amplia enseñanza del magisterio: la Iglesia es “misterio”, “sacramento”, “comunión” y “misión”. La Iglesia es “como sacramento o señal e instrumento de la íntima unión con Dios y de la unidad de todo el género humano . . .” “La Iglesia…con todo su ser y en todos sus miembros ha sido enviada para anunciar y dar testimonio, para actualizar y extender el Misterio de la Comunión de la Santísima Trinidad”. Este “mandato misionero” es el sagrado derecho y obligación de la Iglesia. Por la proclamación de la palabra de Dios, en celebraciones sacramentales y en respuesta a las necesidades de los demás, especialmente en su ministerio de caridad y justicia, “la Iglesia es instrumento de Cristo . . . ‘sacramento universal de salvación’, por medio del cual Cristo ‘manifiesta y realiza al mismo tiempo el misterio del amor de Dios al hombre.’”

Un ministerio apostólico

2. Al centro de las enseñanzas del Concilio Vaticano II sobre la Iglesia está el servicio o ministerio encomendado por Cristo a los apóstoles y a sus sucesores. El obispado “es un verdadero servicio, y en la Sagrada Escritura se llama muy significativamente ‘diakonía’ o sea ministerio.” Los padres del Concilio enseñan que los obispos, con la ayuda de los sacerdotes y los diáconos, han tomado, por divina institución, el lugar de los apóstoles como pastores de la Iglesia. Los sacerdotes y los diáconos son considerados participantes complementarios pero subordinados en el ministerio apostólico encomendado por Cristo a los apóstoles, con Pedro como su cabeza, y continuado mediante sus sucesores, los obispos, en unión con el Romano Pontífice. Refiriéndose a las Órdenes Sagradas como uno de los sacramentos “al servicio de la comunión” (al igual que el Matrimonio), el Catecismo de la Iglesia Católica enseña que estos dos sacramentos “están ordenados a la salvación de los demás. Contribuyen ciertamente a la propia salvación, pero esto lo hacen mediante el servicio que prestan a los demás. Confieren una misión particular en la Iglesia y sirven a la edificación del Pueblo de Dios.”

El ministerio de servicio del diaconado está ligado a la dimensión misionera de la Iglesia

3. En la Constitución dogmática sobre la Iglesia, el Decreto sobre la actividad misionera de la Iglesia, y el Decreto sobre las iglesias orientales, el Concilio Vaticano II restableció el Diaconado “como grado propio y permanente en la jerarquía.” La Sagrada Orden de Diáconos debe ser “una fuerza impulsadora al servicio de la Iglesia o diakonía en las comunidades cristianas locales, y como un signo o sacramento del mismo Cristo que ‘vino no a ser servido sino a servir’”. “La dimensión del servicio está unida a la dimensión misionera de la Iglesia; es decir, el esfuerzo misionero del diácono abraza el servicio de la palabra, de la liturgia y de la caridad, que a su vez se realizan en la vida cotidiana. La misión se extiende al testimonio de Cristo también en el eventual ejercicio de una profesión laical”. Además, “tampoco falte la perspectiva de la misión ad gentes, si las circunstancias lo requiriesen y permitieran”. En su renovación, la Orden de Diáconos se restaura permanentemente en la Iglesia como “icono vivo de Cristo siervo”.

4. Después de la clausura del Concilio Vaticano II, el Papa Pablo VI formalmente implementó la restauración del Diaconado. En su carta apostólica Sacrum Diaconatus Ordinem, él restablece el Orden de Diáconos como un ministerio permanente en la Iglesia Católica. La constitución apostólica Pontificalis Romani Recognito promulgó nuevos ritos litúrgicos para conferir el Sacramento de las Órdenes Sagradas a obispos, sacerdotes y diáconos del rito latino. La carta apostólica Ad Pascendum establece normas concernientes al Orden de Diáconos. La carta apostólica Ministeria Quaedam se refiere a la supresión en el rito latino de la primera tonsura, las órdenes menores y el subdiaconado; establece normas para ingresar en el estado clerical; e instituye los ministerios de lectorado y acolitado.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

Santo Rosario | Amo y rezo

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CAMPAÑA “YO AMO Y REZO EL ROSARIO”
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Un grupo de católicos, ante la preocupante situación moral, social y política de nuestro país, y la incapacidad para cambiar esta dinámica, convencidos de que sólo con la ayuda de Dios se podrá construir una sociedad más justa y solidaria, han lanzado una campaña para extender el rezo del Santo Rosario entre los diversos grupos y comunidades de nuestras diócesis.

Coincidiendo con los meses de mayo y de octubre últimos, se reanudan sus campañas que tienen como objetivo animar a todos los católicos a pedir la ayuda y protección de Nuestra Madre, la Virgen María, a través de la oración, creando grupos para rezar el Rosario en las parroquias, asociaciones, movimientos, grupos y centros educativos.

Para animar, difundir y como recordatorio de esta campaña, se ha elaborado diverso material con el título “Yo amo y rezo el rosario”, con los misterios y las letanías a la Santísima Virgen para ayudar a rezar esta oración.
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