martes, 7 de diciembre de 2010

Concilio Vaticano II | El diaconado

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El diaconado: legado del Concilio Vaticano II

1. Uno de los grandes legados del Concilio Vaticano II fue el restablecimiento y estímulo de la orden de diáconos en toda la Iglesia Católica. La decisión del Concilio sobre el diaconado emanó de las charlas sobre la naturaleza sacramental de la Iglesia. Los Padres del Concilio presentaron en imágenes concisas, descriptivas y complementarias una amplia enseñanza del magisterio: la Iglesia es “misterio”, “sacramento”, “comunión” y “misión”. La Iglesia es “como sacramento o señal e instrumento de la íntima unión con Dios y de la unidad de todo el género humano . . .” “La Iglesia…con todo su ser y en todos sus miembros ha sido enviada para anunciar y dar testimonio, para actualizar y extender el Misterio de la Comunión de la Santísima Trinidad”. Este “mandato misionero” es el sagrado derecho y obligación de la Iglesia. Por la proclamación de la palabra de Dios, en celebraciones sacramentales y en respuesta a las necesidades de los demás, especialmente en su ministerio de caridad y justicia, “la Iglesia es instrumento de Cristo . . . ‘sacramento universal de salvación’, por medio del cual Cristo ‘manifiesta y realiza al mismo tiempo el misterio del amor de Dios al hombre.’”

Un ministerio apostólico

2. Al centro de las enseñanzas del Concilio Vaticano II sobre la Iglesia está el servicio o ministerio encomendado por Cristo a los apóstoles y a sus sucesores. El obispado “es un verdadero servicio, y en la Sagrada Escritura se llama muy significativamente ‘diakonía’ o sea ministerio.” Los padres del Concilio enseñan que los obispos, con la ayuda de los sacerdotes y los diáconos, han tomado, por divina institución, el lugar de los apóstoles como pastores de la Iglesia. Los sacerdotes y los diáconos son considerados participantes complementarios pero subordinados en el ministerio apostólico encomendado por Cristo a los apóstoles, con Pedro como su cabeza, y continuado mediante sus sucesores, los obispos, en unión con el Romano Pontífice. Refiriéndose a las Órdenes Sagradas como uno de los sacramentos “al servicio de la comunión” (al igual que el Matrimonio), el Catecismo de la Iglesia Católica enseña que estos dos sacramentos “están ordenados a la salvación de los demás. Contribuyen ciertamente a la propia salvación, pero esto lo hacen mediante el servicio que prestan a los demás. Confieren una misión particular en la Iglesia y sirven a la edificación del Pueblo de Dios.”

El ministerio de servicio del diaconado está ligado a la dimensión misionera de la Iglesia

3. En la Constitución dogmática sobre la Iglesia, el Decreto sobre la actividad misionera de la Iglesia, y el Decreto sobre las iglesias orientales, el Concilio Vaticano II restableció el Diaconado “como grado propio y permanente en la jerarquía.” La Sagrada Orden de Diáconos debe ser “una fuerza impulsadora al servicio de la Iglesia o diakonía en las comunidades cristianas locales, y como un signo o sacramento del mismo Cristo que ‘vino no a ser servido sino a servir’”. “La dimensión del servicio está unida a la dimensión misionera de la Iglesia; es decir, el esfuerzo misionero del diácono abraza el servicio de la palabra, de la liturgia y de la caridad, que a su vez se realizan en la vida cotidiana. La misión se extiende al testimonio de Cristo también en el eventual ejercicio de una profesión laical”. Además, “tampoco falte la perspectiva de la misión ad gentes, si las circunstancias lo requiriesen y permitieran”. En su renovación, la Orden de Diáconos se restaura permanentemente en la Iglesia como “icono vivo de Cristo siervo”.

4. Después de la clausura del Concilio Vaticano II, el Papa Pablo VI formalmente implementó la restauración del Diaconado. En su carta apostólica Sacrum Diaconatus Ordinem, él restablece el Orden de Diáconos como un ministerio permanente en la Iglesia Católica. La constitución apostólica Pontificalis Romani Recognito promulgó nuevos ritos litúrgicos para conferir el Sacramento de las Órdenes Sagradas a obispos, sacerdotes y diáconos del rito latino. La carta apostólica Ad Pascendum establece normas concernientes al Orden de Diáconos. La carta apostólica Ministeria Quaedam se refiere a la supresión en el rito latino de la primera tonsura, las órdenes menores y el subdiaconado; establece normas para ingresar en el estado clerical; e instituye los ministerios de lectorado y acolitado.

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